Jaque mate

En el mundo habitan millones de personas, y cada persona es un mundo. El problema lo tuve cuando el mío, se redujo a una persona sola.

Dejé a un lado las manos vacías que buscan placer, las violaciones y los polvos-basura que tanto consumo.
Dejé a un lado el día duro, para que diera paso a la nocturnidad.

La noche, como siempre, pretendí gastarla entre las miradas de aquel bar. De nuevo la gata estaba posada en aquella reluciente barra negra, pero esa vez no esperaba unas caricias de cualquiera y menos la conocida recompensa que llevarse a la boca.

El ambiente cargado hacía del sitio algo desordenado, y las luces rojas quitaban protagonismo a mi vestido. El corazón acompasaba los movimientos ráidos de mi dedo, revolviendo una y otra vez el borde de la cuarta copa. Casi ebria o casi sobria, confundía las botellas del mostrador de enfrente. Confundía a la gente y los acordes. Pero no le confundía a Él.

A escasos cuatro metros de mí, bebía bourbon en la barra. El móvil a un lado y el tabaco al otro. Como siempre. Aunque esa vez estaba más reposado en la barra que nunca. Y la indiferencia se alejaba de él a cada minuto. Empuñaba el aire a la altura de su barbilla. Reposaba los codos y sostenía la cabeza como si fuese a reventar de un momento a otro.
Es lo que tiene un día malo, que a veces hace olvidarte la serenidad en las sábanas. Quizás fuese mi momento. El bloque de hielo hundido quizás fuese algo más que receptivo a una petición. Y yo, con el mundo a su lado, esperaba algo grande.

Fijé la mirada en Él como un animal a la defensiva, y no al acecho. Y después giré la cabeza hacia su dirección. Sabía por adelantado que, a mis espaldas, cinco hombres habían perdido las esperanzas con ese simple movimiento.
Él seguía sin mirar. Cabeza apoyada y al frente. Otro trago más para terminar con eso que le atormentaba.
A las once y veinte pasadas bajé del cielo y me quise posar en frente de mi salvador. Cuatro metros en siete pasos decididos. Pero yo distante aún, anhelaba recibir algo que nunca me dieron.

Quizás esa noche le hiciera falta algo más que el poco tabaco que le quedaba. Y yo estaría más que encantada en dárselo.

- La barra del bar no aguanta todo, créeme. – Me metí de lleno a la vez que pretendía mantener la educación. Aludiendo su estado tan excepcional como Él.

Él, por una vez me dedicó una mirada después de descubrirse con las manos la cara, y la escena se tornó azul y serena. Con el ceño fruncido, desperdició su tiempo en mirarme de arriba abajo. Volvió a la posición inicial, pero sin manos que le taparan la boca. Amago. Iba a decirme algo grande.

- No tengo tabaco. Hoy no.


…



Fue capaz de decirme con cinco palabras que, desear que me quisiera era pedir demasiado, si ya me negaba hasta el cigarro.
Unos tienen por costumbre los días negros, y otros por costumbre que les exijan algo grande sin llegar a hacerlo. Era sutil e ingenioso, aunque tuviera la vida partida. Nunca subestimes a un Dios.

Yo que pretendía ser ángel y acabé siendo el gusano que acepta que todo es más grande que él ahí afuera.

...Y me dí la vuelta, caída, y me bajó al infierno el hecho de recuperar seis miradas de las cinco que perdí antes.
Retrocedí los cuatro metros y más. Sin despedida. Sin él. Sin el cigarro que ahora me hacía falta y tan poco me importó.
Me dí cuenta de que esa noche iba a estar más sola que nunca, aunque acabara acompañada.



Olía a tormenta. Jaque mate a la reina de rojo.








PsCS4. Maybe one and half hour, or two.